jueves, 27 de junio de 2013

Regresar

Es extraño regresar. Hace que el tiempo vivido por ese mundo al que llamaba hogar se distorsione, se desdoble, dibujando dos realidades distintas que se superponen formando un cuadro esperpéntico que es la sombra de lo que antes era toda mi vida. 

Algunas cosas permanecen intactas, como una habitación en la que no parece haber entrado el aire en mucho tiempo y huele al pasado, a una familiaridad agriada por las horas vacías y que, sin embargo, permanecerá igual, estática, sin importar cuánto tiempo pase, con el polvo como su único testigo. Y, en el fondo, al llegar deseaba que todo estuviese igual que aquella habitación, que todo lo que dejé atrás estuviese esperándome al pie del aeropuerto para que yo lo desempolvara y lo recuperara. Pero el mundo ha seguido girando sin mí y el tiempo ha erosionado algunas de las huellas que dejé antaño, y su ausencia me hace recordar día tras día que el reloj no da marcha atrás y la vida cambia para nunca volver a ser lo que un día fue.

Entonces siento mi hogar como un lugar extraño, sin poder conciliar esas dos realidades en mi cabeza, sin poder retomar completamente la vida que interrumpí, tal vez porque la persona que era al regresar se encontró con la persona que fui al marcharme y la persona que soy ahora- que ha visto lo que ha vivido una y lo que dejó atrás la otra- no ve la forma de conciliar a ambas y es invadida por el miedo a mirar hacia adelante y la tristeza de mirar atrás. 

Lo más cómico de todo es que, en el fondo, ninguno tiene sentido.