jueves, 30 de junio de 2011

Somewhere only we know

El sol abrasaba la arena de la playa hasta casi derretirla, y nosotros, al filo de la insolación, buscamos refugio en las tibias aguas del mar Cantábrico.

- Lánzate de cabeza- me dijiste.

- Ni de broma- contesté yo-. Está muy fría.

- Vamos- reíste- no seas cobardica. Ten un poco de valor.


Y sin esperar respuesta me cogiste en brazos y me llevaste en volandas hasta el agua, para luego dejarme caer sin piedad ni miramientos. Yo tenía razón: estaba helada y un escalofrío me recorrió la espina dorsal de arriba abajo mientras me hundía más y más hasta tocar el fondo. No obstante, orgullo aparte, he de admitir que fue una sensación bastante placentera, como si fuera la primera bocanada de aire limpio respirada después de salir de una casa en llamas. Aún así el orgullo es el orgullo, y el ser que salió del agua segundos después parecía más un basilisco enfurecido que una persona civilizada.

- ¡Serás imbécil!- grité con todas mis fuerzas mientras intentaba atentar contra tu integridad física- ¡Te voy a...!

-¡Qué!- dijiste tú plantando cara con una media sonrisa- ¿Qué vas a hacer, si además te ha gustado?

-¡Mentira!- dije yo roja de rabia, aunque sabía que era cierto.

Entonces te acercaste, cogiéndome de la muñeca y colocándome a pocos centímetros de ti, y mirándome directamente a los ojos me dijiste:

- Niégalo.


Abrí los ojos como platos mientras notaba que mi corazón aceleraba el pulso hasta hacer que los latidos se confundieran unos con otros. Mi sangre ascendió en tropel hasta concentrarse en mis mejillas. Sentí que las piernas me fallaban, ahora sólo el agua me sostenía.

Intenté hablar, pero no podía. Tú estallaste en otra sonora carcajada. Hacía tiempo que no te veía tan contento.

- ¿Ves? No puedes negarlo.

Alcé la vista para encontrarme con tus ojos y murmuré sonriendo, dándome por vencida.

- No.

Y aunque parecía una tontería, ambos sabíamos que nos estábamos diciendo mucho más de lo que las simples palabras expresaban. Había muchas cosas que hasta entonces había callado, pero que no podía negar y tú lo sabías desde hacía tiempo. No era que me tiraras de golpe al agua lo que me gustaba, sino que estuvieras allí, en ese momento, gastando esa tarde conmigo, disfrutando del sol y del mar, haciéndome más feliz de lo que lo había sido en mucho tiempo. 

Ser amigos, buenos amigos, solamente amigos. Algunos lo encontrarían decepcionante, pero yo pocas veces he visto algo más hermoso. Y eso me basta porque sé que pase lo que pase siempre vas a estar ahí.

Bajé la cabeza, azorada, y tú sonreíste. Era como si estuvieses leyendo esos pensamientos escritos en mi cara enrojecida ahora por la vergüenza. Me abrazaste con fuerza, y toda la presión del pecho, síntoma característico de mi enfermedad, desapareció como si nunca hubiese existido. Suspiré aliviada, pero no dije nada. No hacía falta. Me limité a abrazarte mientras las olas nos mecían.


sábado, 25 de junio de 2011

Hemos matado al cartero

Las cartas de amor se han sustituido por entradas y comentarios en las redes sociales.
Ya no existe aquella escena de la chica melancólica esperando en su portal la llegada del cartero en una de esas mañanas de otoño con el cielo azul grisáceo y el suelo ocre y pardo.
Ahora la chica pasa horas delante de una pantalla mirando siempre el mismo perfil, leyendo siempre los mismos mensajes, viendo las mismas fotos...Sigue esperando. Espera un comentario, un tweet, una señal de que él está ahí, delante de otra pantalla que conecta a dos personas separadas en el espacio, unidas en el corazón.
¿Qué ha cambiado?
Nada, tan sólo el intermediario. Los sentimientos son los mismos, el mensaje también:
- Hola, ¿estás ahí? Te echo de menos. Quiero verte. ¿No te das cuenta? Hace ya tanto tiempo...No puedo decírtelo, pero quiero. Te quiero.

domingo, 19 de junio de 2011

Ayer te nos fuiste. Hoy te echamos de menos.

"Escucha esto" me dijo un día un amigo mientras me pasaba un enlace de youtube. Yo, como buena amante de la música pinché ahí de inmediato. Unas notas de piano empezaron a sonar por toda la habitación. Luego un poco de guitarra y de voz. Y de repente...una apasionada melodía de saxo abriéndose paso entre los demás instrumentos.
Esa fue la primera vez que te escuché, Gran Hombre, la primera vez que me emocioné con tu música, la primera vez que lamenté no haberte descubierto antes. 
Ya nunca podré escucharte tocar en directo, pero me queda el consuelo de que has dejado una huella imborrable en la Historia de la Música y que tus melodías seguirán aquí para deleitar al mundo para siempre.
Ya que el nombre de mi blog se inspira en una canción de la E Street Band, sería un crimen por mi parte no decirte adiós como es debido.
Gracias por haber existido.

La chica de Asbury Park

miércoles, 15 de junio de 2011

Eclipse

Si ahora estuviera sentada en uno de los mares de la Luna, podría contemplar como un hermoso planeta cruza por delante del sol, impidiéndome ver su luz durante un tiempo.
La magnificencia de este evento me sobrecogería de tal forma que no sería capaz de apartar mis ojos de ese planeta, admirándolo como si de un dios se tratara; aunque también me aterraría pues me habría robado la luz que antes me daba mi estrella favorita.
Durante unos instantes ese planeta se convierte en mi única realidad. Yo, a oscuras, no soy capaz de percibir nada. Dejo de sentir la fría piedra en la que estoy sentada. Ningún sonido es digno de perturbar la quietud en la que estoy sumida. No siento el frío que empieza a asolar el satélite. Ni siquiera me doy cuenta de que mi boca, entreabierta por el asombro, se ha resecado.  Estoy completa e incondicionalmente eclipsada.
No puedo evitar soñar con cómo sería la vida en ese maravilloso planeta y envidio sobremanera a la gente que puede estar cerca de él, tocarlo, disfrutarlo, compartirlo...Para mí, por supuesto, es un sueño imposible. No existen naves espaciales en mi Luna.
Eso me apena. Llego a odiar mi Luna. Mis sueños se rompen en mil pedazos en medio de la noche del eclipse.
Pero de repente un rayo de luz irrumpe con fuerza iluminando mi cara otra vez. Me cubro inmediatamente, pues me hace daño a los ojos, y por primera vez desde que empezó el eclipse contemplo el paisaje que se extiende a mi alrededor. Me parece más hermoso que nunca. 
El sol calienta mi piel y hace que me estremezca de pies a cabeza. Es una sensación agradable. Vuelvo a mirar a mi amado planeta, pero ya no lo veo como antes. Me sigue pareciendo hermoso e interesante, pero ya no es mi realidad absoluta. Ya no quiero estar sobre él, ni envidio a los que pueden estarlo. Además...ninguno de ellos puede disfrutar de las vistas que tengo yo ahora.


lunes, 13 de junio de 2011

Princesa de Hielo

Y ahora que, ¿eh? ¿Qué se supone que debo hacer?
¿Fingir, tal vez?¿Hacer como si nunca hubiera pasado nada?
¿Se supone que debo ser de hielo?
¿Pasar incólume a las tempestades que asolan mi vida?
¿Ver como mi corazón se parte en mil pedazos con sólo leer una frase y no ser siquiera capaz de derramar una sola lágrima de tristeza, impotencia, desesperación, dolor...?
Donde penas y dichas no sean más que nombres”.
Ah, qué acertado estuvo ahí Cernuda. Me encantaría estar en ese lugar. Pues ese es el secreto, ¿no?
No sentir. No amar. No existir.


Movimiento Rectilíneo Uniformemente Enamorado

Aviso: Esta entrada NO es mía, sino de una buena amiga que un día de estos asombrará al mundo con un best seller.
Lo siento, Dinchi, no me pude resistir. Cuando crees tu propio blog ya no te robaré más poemas para mis entradas, lo prometo. =)
Gracias por todo, My Inmortal.

Aquel día te sentí
Infinitamente cerca
La función de nuestro amor no tenía límites
Éramos dos corazones
Latiendo a una velocidad constante
Pero un vector de posición
Cual flecha de Cupido mal clavada
Te hizo desplazarte
Con un Movimiento Rectilíneo Uniforme
Hacia los brazos de otra
En la otra punta de la gráfica.

miércoles, 8 de junio de 2011

There's just too much that time cannot erase

Del desvencijado piano salía, torpe y tembloroso, aquel arpegio de La mayor que daba comienzo a la canción.
La chica lo habría tocado más de cien veces antes; pero ahora, mientras deslizaba sus inexpertas manos por el teclado, sentía que aquellas notas tenían distinto sabor.
Se estremeció. 
Comprendió que algo importante había cambiado, algo que el tiempo ya nunca podría borrar.

My Inmortal, Evanescence

miércoles, 1 de junio de 2011

La Reina Negra

Se retoma la partida dejada en tablas tiempo atrás. Las dos damas hemos esperado ansiadamente el momento en el que el telón de acero estallase y las piezas volvieran a moverse por el tablero.

Las blancas han movido primero. Los peones han avanzado tanteando el territorio enemigo, buscando algún que otro punto débil por el cual infiltrarse.

Me toca a mí mover, avanzo un peón, una pieza tan pequeña, pero tan útil...sólo con él podré saber cuál es el juego de mi adversaria. Ella avanza otro, sin amenazar al mío. Prefiere la prudencia.

No descubrirá sus cartas, todavía.

De nuevo me toca a mí. Miro el tablero que se extiende a mi alrededor: uno de mis alfiles está avanzado en territorio enemigo, el otro está un poco apartado, aunque pendiente por si necesito su apoyo en la contienda. A mi lado están mis dos torres, fieles y seguras por siempre. En un rincón, el caballo, que aún no se ha movido. Y al bies, en el otro extremo, enrocado con una torre y ausente de la batalla que se desarrolla a su alrededor, está mi objetivo: el Rey Blanco.

Pasa el tiempo y no ocurre nada. Sé que las blancas se mueven, se reorganizan y se preparan para la batalla final. Yo hago lo mismo con las negras. Me impaciento, pero intento conservar la calma. Me concentro otra vez en el Rey enemigo. Está tan lejos, y con la Dama Blanca dando vueltas a su alrededor es peligroso acercarse. “No aún”-me digo-. La partida no ha hecho más que comenzar.

Sé que es inevitable que un día nos encontremos ella y yo frente a frente. Sé que atacará con fuerza y que debo resistir su embestida. Y sé que nunca lo lograré si estoy sola.

Sólo espero que, al final de todo, consiga llegar al otro extremo. Entonces me situaré a dos casillas del Rey, y sostendré su verde mirada con desafío, saboreando esos momentos de gloria en los que sabes que lo has conseguido, pero que no te atreves a decirlo por si acaso es un engaño o un sueño demasiado hermoso. Sólo cuando él baje las armas me atreveré a sonreír y a pronunciar, en un susurro:
Jaque mate”.