Del desvencijado piano salía, torpe y tembloroso, aquel arpegio de La mayor que daba comienzo a la canción.
La chica lo habría tocado más de cien veces antes; pero ahora, mientras deslizaba sus inexpertas manos por el teclado, sentía que aquellas notas tenían distinto sabor.
Se estremeció.
Comprendió que algo importante había cambiado, algo que el tiempo ya nunca podría borrar.
My Inmortal, Evanescence
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