miércoles, 18 de septiembre de 2013

No me hagas sangrar palabras;
podrían descontrolarse;
fluir solas, como corrientes atrapadas en versos;
estos versos
y los que me quedan por sangrar.
Me vestiré de negro para que no veas
mi sangre de tinta derramándose
detrás de cada uno de tus pasos,
de tus alientos,
de tus sonrisas,
persiguiéndote loca como una adolescente
enamorada.
Llamándote en gritos silenciosos.
Dibujándote con letras.

domingo, 15 de septiembre de 2013

A veces.

Creo que nunca sabré por qué, a veces, te sigo echando de menos.
A veces.
O por qué -también a veces- me empeño en creer que puedo confiar en ti, cuando la mayor parte del tiempo te repudio, mientras la voz de mi experiencia aplaude, complacida, mis desaires.
No sé por qué a veces me gustaría verte más a menudo. No sé por qué echo de menos tus estupideces ni por qué alguna vez las eché de más.
Lo único que sé es que hoy, ahora, te estoy necesitando. Así, en gerundio. Te estoy necesitando.
Te necesito como se necesita a alguien que ha llegado a conocerte; alguien que pueda reconocerme cuando ni yo misma soy capaz; alguien que tal vez me haya querido, aunque ya ninguno nos acordemos de eso. 
Me gustaría verte por la calle en uno de esos días en los que el cielo parece un frío Infierno griego; nos saludaríamos con educación, lo sé, pero nos miraríamos como dos personas que se han hecho mucho daño. Y adiós. Y hasta la próxima.
Te marcharás sin saber nada de esto; por una parte lo agradeceré; por otra, habría vendido mi alma porque hubieras visto, tras el frío reproche, la necesidad, el abandono, la soledad. Habría asesinado a mi ego por que lo entendieras, porque me atraparas una vez más entre tus brazos y tu pecho para hacerme sentir menos sola, mientras tu familiar olor a perfume caro me anestesia. Me habrías visto llorar.
No te imaginas cuán pocas personas me han visto llorar.
Creo que nunca sabré por qué, a veces, te sigo echando de menos.
Pero te echo de menos, de verdad.
A veces.

jueves, 27 de junio de 2013

Regresar

Es extraño regresar. Hace que el tiempo vivido por ese mundo al que llamaba hogar se distorsione, se desdoble, dibujando dos realidades distintas que se superponen formando un cuadro esperpéntico que es la sombra de lo que antes era toda mi vida. 

Algunas cosas permanecen intactas, como una habitación en la que no parece haber entrado el aire en mucho tiempo y huele al pasado, a una familiaridad agriada por las horas vacías y que, sin embargo, permanecerá igual, estática, sin importar cuánto tiempo pase, con el polvo como su único testigo. Y, en el fondo, al llegar deseaba que todo estuviese igual que aquella habitación, que todo lo que dejé atrás estuviese esperándome al pie del aeropuerto para que yo lo desempolvara y lo recuperara. Pero el mundo ha seguido girando sin mí y el tiempo ha erosionado algunas de las huellas que dejé antaño, y su ausencia me hace recordar día tras día que el reloj no da marcha atrás y la vida cambia para nunca volver a ser lo que un día fue.

Entonces siento mi hogar como un lugar extraño, sin poder conciliar esas dos realidades en mi cabeza, sin poder retomar completamente la vida que interrumpí, tal vez porque la persona que era al regresar se encontró con la persona que fui al marcharme y la persona que soy ahora- que ha visto lo que ha vivido una y lo que dejó atrás la otra- no ve la forma de conciliar a ambas y es invadida por el miedo a mirar hacia adelante y la tristeza de mirar atrás. 

Lo más cómico de todo es que, en el fondo, ninguno tiene sentido.


lunes, 4 de marzo de 2013

La vida está llena de esos momentos en los que te romperías la cabeza contra una pared. Y cuando no sientes por ti más que un asco y desprecio profundos siempre recurres las mismas personas de siempre para sacarte del agujero. No sirve cualquiera. No sirven los más leales o los más dignos de confianza. No, buscas un tipo de amistad especial, de esas raras que no sabes ni por qué existen. Alguien que tal vez sólo tenga la virtud de haber visto ya lo mejor y lo peor de ti y el defecto de que ya hayas visto lo mejor y lo peor de él. La camaradería de los bajos fondos. El "ahora te toca aguantarme a mí". Porque, al fin y al cabo, los favores siempre se pagan.


martes, 19 de febrero de 2013

Mordiendo la arena

Nunca importa lo que hagas, tragarte el orgullo o volver la espalda. Siempre, al final de cada mirada, hay un resquicio por el que colarse, entre las pupilas, y llegar más hondo, a la delación. Lo que pienses tampoco importa; las cosas siguen y son, pero cómo las vemos lo cambia todo. Mirarlas desde arriba es lo que desearía, el ojo de águila, atento pero distante. Desde abajo siempre parecen más grandes, imposibles, inalcanzables, aunque a veces sólo haya que estirar la mano. Pero lo verdaderamente peligroso es mirarlas frente a frente, porque lo que te puedes encontrar es tan hermoso y cercano que podrías quedarte mirando horas, días, vidas enteras. La ensoñación de los que esperan algo de la vida, un espejismo oculto en lo cotidiano: la felicidad. Pero cuando te acercas más y más, el oasis se pierde en el desierto; los sueños terminan en un despertar súbito, y la felicidad se escapa por los barrios de la realidad fría entre las calles de la decepción y la experiencia.

jueves, 24 de enero de 2013

¿Qué es el amor?
Tal vez una recóndita región del alma
 que no te pertenece.
Tal vez un momento de lucidez
 y de locura.
Tal vez una limpia mañana de verano
 y una noche invernal
en el mismo día.
Tal vez no sea más que un terrible sueño
 que soñar despiertos.
O tal vez simplemente es.
Y será,
 mientras siga siendo todas esas cosas.