viernes, 9 de diciembre de 2011

Pinceladas de inspiración

Y sus ojos se estrellaron contra los míos con la ardiente violencia de un meteoro, con el suave magnetismo del mar en calma. Y un torrente de electricidad desbocada irrumpió en mi mente dejándola en blanco, para después comenzar a descender, jugueteando con cada una de las células de mi cuerpo hasta dejarme completamente paralizada. Sentí que la sangre cantaba dentro de mis venas luchando por liberarse y explotar en mi pecho. Y me sentí caer, caer hacia el cielo. Era como ver el sol de mediodía tras haber pasado años en la más fría y absoluta de las oscuridades. Fue solo un instante, pero ambos lo recordaríamos toda la vida.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Reflexión random: "Efecto mariposa"

No hay grandes días, sino días en los que ocurren cosas extraordinarias. Cada día no es más que una sucesión de acontecimientos en un lapso de tiempo de veinticuatro horas. Pero a veces, algunos de esos acontecimientos condicionan los siguientes, como las piezas de un complicado "efecto mariposa" con múltiples finales posibles. Esos acontecimientos son nuestras decisiones, actos que cometemos pensando en el futuro (más o menos inmediato). A veces no seguimos la cadena del "efecto mariposa" hasta el final, y tomamos decisiones que no nos llevan a buen puerto. Otras, tomamos la decisión acertada pero nos preguntamos, día tras día, cómo habría sido todo si hubiesemos tomado una opción diferente. 
En el "efecto mariposa" no hay retorno posible, pero pueden existir dos caminos que lleven al mismo final. Puede que no sirva de mucho recordar con nostalgia el pasado, sólo se puede pelear por el futuro que queremos ver. Tampoco hay que preocuparse si el camino se complica. Aunque el futuro sea incierto, aún es nuestro.

jueves, 10 de noviembre de 2011

November rain

Hay algo en noviembre que me recuerda a ti. No sé qué es exactamente; algo en el frío del aire que parece colarse bajo la ropa y recorrer mi espalda entera, haciéndome estremecer; la misma sensación que me sacudía como un terremoto por aquel entonces cuando te tenía enfrente. Me recuerdo a mí misma mirándote de soslayo, sonriéndote cada vez que pasabas, sintiéndome estúpida cada vez que te hablaba, besándote apasionadamente una y otra vez aunque sólo fuese en mis sueños...Pero son retazos, pequeñas pinceladas en color de un cuadro completamente desteñido y borroso. No guardo muchos recuerdos de aquella época; muchos los borró el tiempo y otros los borré yo.

Poco queda de lo que fuimos y nada de lo que pudimos ser. Nostalgia es lo que ves en mis ojos cada vez que nuestras miradas se enfrentan; cada vez que nos cruzamos en los bares y te regalo mi mejor sonrisa junto a los dos besos de cortesía; cada vez que me doy cuenta, con secreto placer, que me estabas observando mientras bailo; cada vez que llega noviembre...

Hay algo en noviembre que me recuerda que un día fui tuya, algo que en noviembre parece ser eterno pero que, sin embargo, apenas dura un instante; algo frío que cala hasta el alma, igual que el cruel acto de olvidar; algo como la lluvia, la fría lluvia de noviembre.

"Nothing lasts forever, even cold November rain"

lunes, 31 de octubre de 2011

Alžbeta

La sangre es la vida 

No podía dejar de mirarla desde la otra punta de aquel minúsculo pub de mala muerte. Era alta y esbelta, una belleza juvenil embutida en un ajustado vestido negro. Tenía todo lo que ella deseaba y por eso la odiaba y la admiraba al mismo tiempo.
Sacó el pequeño espejo que siempre guardaba en su bolso y se miró concienzudamente. Ella no era especialmente bella. Parecía una flor marchita que había visto tiempos mejores, atrapada ahora en un prematuro invierno del que ya no saldría. Cada día sentía más grande el peso de los años que pasaban inexorables uno tras otro, guiándola hacia una vejez cada vez más cercana. Y se despreciaba por ello.

Su vida la había acostumbrado a ser el centro de atención, a que todos la admirasen, a que los hombres prácticamente hiciesen cola a la puerta de su dormitorio, a que las mujeres se empeñasen en copiar su look  como si pensaran que les quedaría igual de bien que a ella. Pero esa vida se había acabado hacía muchos años. Ahora sólo era una señora común y corriente, sin hijos, sin marido, sin nadie que se preocupara por ella, sin nadie que la quisiese. Sólo el orgullo la hacía levantarse cada mañana, pero también ese orgullo se deterioraba como una roca a merced de un río.

En ese instante la hermosa joven a la que tanto envidiaba salió del bar, y ella se apresuró a seguirla. Fuera llovía a cántaros y la chica no llevaba paraguas. Enfiló la calle caminando todo lo rápido que le permitían sus tacones de aguja de doce centímetros. Isabel no tardó en darle alcance y fingir que tropezaba accidentalmente con ella. La chica se desestabilizó y cayó al suelo, torciéndose el tobillo.

- Disculpa, perdóname, ¡qué patosa soy!- dijo Isabel adoptando su tono de voz más amable.
- No se preocupe. Con estos zancos y el suelo mojado... no me extraña que me cayera.

La chica intentó levantarse, pero enseguida se encogió profiriendo un grito ahogado de dolor.
- ¿El tobillo?
- Sí, señora.
- Llámame Isabel- odiaba que la llamasen "señora". Más que un tratamiento de cortesía, le parecía una forma sutil, y no por ello menos cruel, de llamarla vieja.
- De acuerdo, ¿le importaría ayudarme? Sola no podré...
- Por supuesto, cielo.
Isabel la ayudó a ponerse en pie. Se veía que el golpe había sido bastante serio; el pie estaba bastante hinchado y ella no podía andar.
- ¿Quieres que te suba a mi casa? Está aquí al lado y podrás secarte y llamar a tus padres para que te recojan.
- No, no quiero ser una molestia.
- Tonterías, por mi culpa estás así. Es lo menos que puedo hacer.
Isabel esbozó la sonrisa más encantadora que sabía poner, de esas que una aprende, con los años, a utilizar en las ocasiones más propicias para conseguir lo que desea, ya sea un amante pasajero, un puesto de trabajo o una copa gratuita en su bar favorito.

La chica cedió y se fue con Isabel hasta su casa, un elegante duplex con muebles del siglo XIX y una exquisita colección de alfombras persas de la mejor calidad. Isabel, a pesar de ser una mujer sola, era muy rica.
- ¿Quieres darte una ducha? Te sentará bien.
La chica se mostró reticente al principio, pero a Isabel no le costó convencerla para que se diera un baño rápido en el jacuzzi.
- Prepararé café mientras tanto- dijo.

La chica se fue hacia el baño cada vez más confiada, mientras que Isabel dejaba volar su imaginación a la vez que ponía a punto la cafetera. Vio en su mente cómo ella se quitaba el vestido negro ajustado que le había llamado tanto la atención; desde luego aquella muchacha tenía buen gusto para la moda. Imaginó su cuerpo desnudo, su piel de porcelana, suave y tersa; sus curvas sinuosas; sus pechos generosos, más de lo que  jamás habían sido los suyos. Desde luego, era un cuerpo digno de envidiar, de odiar, de amar... Seguro que aquella hermosa joven tenía un novio o, al menos, alguien que la amara, que suspirase por ella, que fuera capaz de morir por ella. 
Isabel nunca fue amada por nadie. Había conocido a infinidad de hombres, pero ninguno se había quedado a su lado, algo que siempre había consolado mirándose al espejo y diciendo para sí: "soy la más bella", igual que si fuera la madrastra de Blancanieves. Ahora ya no podía hacer eso. Ya no sería bella nunca más.

Dos lágrimas resbalaron por sus ojos. "Ojalá pudiese tomar la belleza de esa chica", pensó. Y, súbitamente, las lágrimas dejaron de brotar. Había tomado una decisión, tal vez la decisión más importante de su vida.

La joven metió un pie en la bañera. El agua estaba casi ardiendo, justo como a ella le gustaba, y tenía tantas ganas de entrar en calor...
En ese momento se abrió la puerta del baño, y antes de que a la chica le diese tiempo de pestañear, la sangre ya se derramaba por su cuello y se vertía en el jacuzzi, medio lleno de agua. Isabel cerró el grifo; ella llenaría su bañera de un líquido más preciado. Cortó las muñecas y las ingles de la muchacha moribunda, buscando sacar de ella la mayor cantidad de sangre posible antes de que muriese, lo cual no tardó en suceder.
Isabel miró a la chica, ni siquiera sabía su nombre. Era su antagonista, su némesis, pero también era un reflejo de ella misma, un reflejo de lo que había sido antaño. 
Con curioso placer lamió la sangre del cadáver. Le supo exquisita, ferrosa, suave, chispeante...
Se quitó las ropas ensangrentadas y se metió en la bañera. Estaba tibia. El agua diluía la sangre, pero el aroma se mantenía, y sus propiedades también. Vio cómo rejuvenecía hasta límites insospechados. Vio aparecer su antigua belleza reflejada en el espejo del baño, que comenzaba a empañarse.  Se sintió más feliz y completa de lo que lo había sido en toda su vida. No le importaba haber matado a una joven inocente, tampoco le importaba el precio legal que tuviera que pagar por ese crimen. Ahora sólo podía pensar en el excepcional momento que estaba viviendo. Así que apretó el botón de las burbujas y se recostó en la bañera.

Nota: En honor y en memoria de la condesa Erzsébeth Báthory-Nadasdy de Ecsed, mi vampiresa favorita.
Felíz Halloween

sábado, 29 de octubre de 2011

Non finito

Se trataba de darle un final apropiado a la historia.
No tenía por qué ser un final feliz, sólo debía ser bello, de esos de los que puedes sacar una moraleja importante. Pero la historia que había escrito era tan mala que no admitía grandes finales, sólo aquellos ya usados hasta la saciedad. Un "jamás te olvidaré" se mezclaba con un "sal de mi vida". Luego llegaba el "todo volverá a ser como antes" que ni el narrador en tercera persona creía. 
Y mi pluma se rompía cada vez que intentaba escribir alguno mejor. 
Y la chica con el corazón helado sigue esperando en mitad de la calle a que alguien decida su suerte.
Y al cuento "non finito" le sigue faltando una frase.

domingo, 16 de octubre de 2011

La Europa de la mujer

Nota: ¿Qué hacer cuando atraviesas una crisis de pluma, cuando nada de lo que escribes te parece aceptable? Supongo que lo mejor es ponerse a leer cuanto antes. Éste es un fragmento de una obra que me impactó mucho y que hace poco me vino a la cabeza otra vez. ¡Ah! Y un poco de música para acompañar: Una furtiva lágrima- Donizetti




Yo soy Ofelia.
La que el río no retuvo.
La mujer colgando de la soga
La mujer de las venas cortadas.
La mujer de la sobredosis NIEVE SOBRE SUS LABIOS.
La mujer de la cabeza en el horno de gas.
Ayer dejé de matarme. Estoy sola con mis pechos, mis muslos, mi vientre. Rompo los instrumentos de mi encarcelación, la silla, la mesa, la cama.
Destruyo el campo de batalla que fue mi hogar. Abro de golpe las puertas, para que el viento pueda pasar, ¡y el grito del mundo!
 Destrozo la ventana. Con mis manos sangrantes rasgo las fotografías de los hombres que amé y que me usaron sobre la cama, sobre la mesa, sobre la silla, sobre el suelo.
Yo prendo fuego a mi prisión.
Yo arrojo mis vestidos al fuego.
Yo destierro de mi pecho al reloj que fue mi corazón.
Salgo a la calle vestida con mi propia sangre.


sábado, 1 de octubre de 2011

Hace mucho que no me atrevo a escribir un poema

Salir, correr, enfilar una calle detrás de otra, 
sin parada, sin descanso, sin mirar atrás.
Huir, perderse, caminar en círculos,
volver al principio, empezar otra vez.
Romper las cadenas, sentir el viento en la cara,
respirar la libertad, efímera, ficticia, ansiada.
Marchar, lejos, sin rumbo, sin norte,
sin meta, sin motivos, sin vida, sin nada.
Dolor, cansancio, la libertad es cara; 
el viaje, largo; 
las certezas, tan sólo una:
la de no volver jamás.

Sandy

http://www.youtube.com/watch?v=RMB3M43AEpc

viernes, 23 de septiembre de 2011

La Reina Negra: Historia de un final no pactado

Nota: Ésta es una de las cosas que nunca debí publicar, pero dadas las circunstancias me ha parecido oportuno hacerlo. Sandy.

  La chica estaba encerrada en su casa. Llevaba todo el día enganchada al ordenador intentando escribir algo de provecho, algo que la ayudara a desahogar sus penas y sus miedos a través de aquella tinta digital. No obstante, se distraía demasiado; cierto perfil de una red social ocupaba la mayor parte de su atención, algo que ya empezaba a resultarle tedioso. No podía evitarlo, pero quería hacerlo, tenía que hacerlo. Estaba atrapada. Se ahogaba. Sabía que sus esperanzas se desvanecían a cada minuto que pasaba. Su situación era, cuanto menos, insostenible.
  Finalmente colocó las manos sobre el teclado y empezó a escribir.

  La dama esperaba junto a la torre con la misiva en la mano. Traía sólo una breve nota: "La Reina Blanca ha caído". No sabía muy bien cómo se sentía: feliz por un lado, temerosa por otro...El corazón se agitaba en el interior de su pecho. Se avecinaban cambios.
  El Rey se mostró frío aquella noche. Quería aparentar fuerza, determinación y casi lo conseguía; sólo sus ojos profundos, oscuros como una cueva, velados por las lágrimas retenidas, revelaban que en el fondo algo no iba del todo bien.
  Los días pasaban despacio y la dama empezaba a sentirse incómoda, como si realmente nunca hubiese debido estar ahí, como si no encajase. Cada vez tenía más miedo a perderlo todo, y eso la llevó a querer controlar hasta las cosas mas nimias, a cometer innumerables estupideces, a acelerar vertiginosamente su caída. Llegó a estorbar tanto, que decidieron quitarla de en medio. La dama iba a morir.

  La joven levantó las manos del teclado. Era consciente de que había exagerado un poco las cosas. Su actual situación no era causa de una conspiración premeditada, ni del odio o la traición de aquel al que entregó su corazón meses atrás. No; era más bien el resultado de una serie de circunstancias desfavorables que le hacían perder el control y la desestabilizaban emocionalmente. Cuando estaba con él, aunque sólo fuese hablando, era “la más feliz”. Cuando algo no iba bien era completamente desgraciada. Dependía mucho de aquella persona, y eso, en el fondo, no le gustaba ni un pelo. Cada vez eran menos esos momentos egocéntricos en los que sus pensamientos le pertenecían sólo a ella, por eso cada vez los apreciaba más. Agradecía esa tranquilidad, esos paseos por el parque, esas tardes de tiendas, esas horas de lectura, esas pequeñas dosis de soledad absoluta...

  Encerrada entre torres blancas la dama pasaba sus últimos días con la única compañía de unas cuantas mujeres a su servicio. Se sentía más sola que nunca, abandonada, repudiada, olvidada...Su estado de humor era una veleta; tan pronto se reía de su desgracia como empezaba a llorar desconsoladamente. Aún así finalmente había encontrado las fuerzas para no desmoronarse y aguantar hasta el final con el orgullo altivo que siempre la caracterizó.
  De vez en cuando hacía un repaso de su historia, de cómo había llegado hasta allí. Su vida había sido como una partida de ajedrez en la que ella empezó siendo un pequeño e insignificante peón; pero muchas cosas habían pasado desde entonces en aquel tablero, y la pieza que ahora movía y que estaban a punto de comer era una flamante dama.
  Alguien interrumpió sus elucubraciones: tenía visita.
  Era un viejo amigo, compañero en aquella partida que aún se libraba: un alfil, su confidente. En cuanto entró por la puerta de la habitación su semblante se congeló en una mueca de asombro y compasión; el estado de su amiga no era precisamente el mejor que había visto.
- Nunca creí que te vería así.
- Ya ves...todo esto, al final, ha podido conmigo.
- Fuiste demasiado lejos. Eres demasiado ambiciosa, nunca te dabas por satisfecha.
- Ya...
- Nadie te considera una verdadera dama. Nunca fuiste nada más que un peón que por una extraña circunstancia llegó a la octava casilla.
- ¿Y eso no es “hacer dama”?
- Eso es jugar con fuego, y tú te has quemado. Ascendiste rápidamente en un tiempo de malestar e inseguridad, pero nunca llegaste a ser imprescindible. Hay muchas damas en este tablero y muchos peones esperando a serlo. Ahora todo ha cambiado. Puede que no merezcas tu destino, pero lo que sí es verdad es que tu tiempo se ha agotado.
- Lo acepto. Sí, he ambicionado lo que no era mío y muchas veces actué sólo pensando en mi propio beneficio. Lo reconozco, me pasé de la raya. Pero ahora es tarde para echarse atrás. Ahora sólo puedo tratar de irme con dignidad, como una auténtica Reina. Si nunca lo fui mientras estuve ahí, conseguiré serlo al marcharme.

  Ahí estaba el meollo del asunto. Había perdido su partida o más bien, la habían eliminado del tablero. Las piezas seguirían moviéndose sin ella. Echaría de menos todo aquello, sí, pero ese ambiente de angustia malsana en el que vivía no era bueno para ella. Tenía que resignarse, afrontar el final. No mantendría viva la llama de aquello que los destruía, pero tampoco dejaría que la apagase él. Ella misma ahogaría sus más profundos y desesperados deseos en el olvido.
  Llegaban tiempos de cambio, de decir adiós a muchas cosas y lo haría, no como peón, sino como Dama.

Censura

“Ya está”, me dije mientras ponía punto final al texto. Lo releí un par de veces y cambié unas cuantas cosas hasta que estuvo todo a mi gusto. Lo guardé junto con las demás, todas esas historias, reflexiones y demás locuras que cruzaban mi mente y que yo decidí poner por escrito. De un tiempo a esta parte cada vez eran más. Definitivamente, no hay etapa más prolífica para una aprendiz de escritora que cuando está enamorada.

Abrí una pestaña en internet con intención de publicarlo lo antes posible, pero antes de que diese el salto a las pantallas ajenas lo volví a leer una vez más...y cerré la página casi al instante. No podía publicar eso. Aunque sólo tres o cuatro personas leían mi blog habitualmente, había una, al menos, que no podía, o no debía leerlo, o que en el fondo, yo no quería que lo hiciera; era algo personal.

Ese relato no iba a ver la luz, al menos por el momento. Quedaría guardado a buen recaudo en el fondo de unos polvorientos archivos en algún recóndito lugar del disco duro de mi portátil, al igual que muchas otras historias que aún no me atrevo a contar. Mientras tanto publicaré sólo cosas inocuas, banales; aunque seguiré, como quién dice, fabricando mis bombas atómicas en secreto, bombas que algún día pienso soltar, pero para entonces estarán ya caducadas. Serán como cartas a título póstumo: bonitas, sentimentales, pero vacías.

domingo, 11 de septiembre de 2011

In memoriam

Mañana se acaba el  verano, o más bien las vacaciones de verano (el señor Lorenzo se dignó a aparecer por aquí hasta principios de septiembre) y hoy el día ha estado dedicado a los recuerdos, a la nostalgia y a la desazón que provoca saber que en menos de veinticuatro horas el despertador empezará a pitar sin piedad alguna, marcando el inicio de una nueva época llamada "Segundo de carrera".

En principio me pareció que este verano fue corto, insípido y casi hasta rutinario. No he salido de Asturias y las veces que he ido a la playa se pueden contar con los dedos de las manos; no obstante, si hago cuentas, en realidad no ha sido tan malo.

He empezado las vacaciones antes que nunca, el tres de junio a las siete de la tarde ya era una mujer libre, claro que por aquel entonces no lo sabía. Acababa de salir de un examen de física con el pulso latiéndome en las sienes y los nervios aún atragantados en la garganta. Unos diez días después se confirmó mi libertad.

Desde ese día hasta hoy han pasado más de tres meses y más de trescientas anécdotas que contar con una coca-cola (light) delante. He conocido muchas caras nuevas; he extrañado muchas otras; he llenado el ordenador de canciones nuevas y de chorradas escritas en mis noches de insomnio; he visto cómo la aurora se alzaba tras nosotros mientras caminaba por la calle con la única idea de quitarme los tacones al llegar a casa; he reído hasta que mi abdomen gritó "basta"; he llorado y he visto llorar; he tenido en la memoria la estructura de unos labios incorrectos; he visto a un rey mordiendo la arena y a otro alzarse casi imperceptiblemente para después marcharse sin más. He vivido, y eso me basta por ahora.

jueves, 1 de septiembre de 2011

La Cruz de Priena

"Aquí no hay ganadores lo importante es llegar". 
Sí, y aún así la mayor recompensa no es lo que te encuentras al final, sino haber disfrutado del viaje.




Al final estaba ahí; la benjamina del grupo lo había conseguido. Estaba sentada bajo la cruz en la cima de la montaña, contemplado el imponente paisaje que me rodeaba, y aunque sólo estaba a setecientos veinticinco metros de altitud, yo me sentía en la cima del mundo.

A mis pies se abría un profundo valle, el verde escenario de batallas pasadas; y sobre mí un cielo azul tan sólo ensombrecido por algunos nubarrones que se estrellaban en las laderas del Cuera. Era un espectáculo tan gratuito y tan hermoso que todo el cansancio acumulado tras veinticinco kilómetros de casi ininterrumpida marcha bajo el sol a través de la montaña, había valido la pena.

Aspiré el aire limpio de humanidad y me recosté para dejar que los rayos del sol me acariciaran y secaran mi frente perlada de sudor.
Abajo, las campanas de la basílica anunciaban el comienzo de la misa a los feligreses.
Había paz en el ambiente.

Celebramos el fin de nuestro ascenso con un poco de agua fresca y unos frutos secos para recobrar las fuerzas. Aún nos quedaba una larga y zigzagueante bajada por la ladera de la montaña, unos cuantos resbalones en los canchales blancos de cuarcita y unas cuantas ampollas por reventar dentro de mis botas.

Media hora después de abandonar la cima vislumbré por fin la carretera. Estaba agotada y el dolor de mis pies era casi inaguantable; por eso cuando vi que el camino se acababa no pude evitar decir para mis adentros (en esas condiciones te emocionas más viendo ese cacho desgastado de asfalto que si se hubiera aparecido la Santina): ¡Aleluya!
 


viernes, 26 de agosto de 2011

My Immortal

- There's just too much that time cannot erase- canturreé por encima de la voz de Amy Lee, que resonaba por toda la cafetería.
- Esa es la frase- dijiste.
- Exacto- sonreí mientras saboreaba una cucharadita de la nata con canela del café vienés que tenía delante-. Ahora ya sabes por qué me empeñaba en que escuchases esta canción.


Justo entonces Amy Lee finalizaba el estribillo- But you still have all of me-. Noté que te ponías tenso al instante y callabas, incómodo. Creo que hasta lamentaste haberme concedido ir a tomar aquel café. Puse los ojos en blanco; era evidente que no me habías entendido.
- No es por eso- dije para después atacar de nuevo el café.

No contestabas; te limitabas a mirarme a través de tus gafas de pasta negra. Decidí no prolongar más la espera.

- Céntrate en “la frase”: hay muchas cosas que el tiempo no podrá borrar. A pesar de todo han pasado muchas cosas desde que nos conocimos, cosas que hemos compartido ambos. Ha habido risas, lágrimas, daiquiris, conversaciones, juergas... Hay muchas canciones intercambiadas, mucha tinta vertida, muchos ratos con amigos e incluso un par de momentos furtivos únicamente nuestros. Todo eso está en nuestro recuerdo y pesa mucho; muchísimo. Es algo demasiado grande como para tirarlo por la ventana. ¿Y qué era eso? Fácil: amistad. Ante todo eres mi amigo y eso es lo que más me importa ahora y siempre. Y mientras nos queden los recuerdos de lo que hemos vivido juntos, ni el tiempo, ni la distancia, ni mis “inoportunas” hormonas van a poder jamás con ello, con nosotros. Simplemente me gustaría que siguieras confiando en mí.

El café se estaba enfriando, pero ninguno de los dos nos dimos cuenta. Ambos comprendíamos que las cosas habían cambiado mucho; pero ahora al menos sabías que yo siempre iba a estar ahí, entre bambalinas, esforzándome cada día para que esos cambios no fueran para peor.

domingo, 21 de agosto de 2011

Como cristales

El corazón humano es como una pequeña bola de cristal que va rodando de mano en mano en un juego sin descanso.
A veces, en medio de la vorágine de lanzamientos y malabares, a alguien se le resbala de las manos y se le cae. Con suerte la bola puede rodar por el suelo, ensuciándose un poco, pero sin recibir daños mayores y no es difícil sacudirse el polvo de encima para que otro jugador pueda retomar la partida.
Otras veces el impacto es mayor y la bola se resquebraja. Es entonces cuando empiezas a conocer el verdadero significado de las palabra "dolor" o "pérdida", porque siempre duele el impacto y siempre se pierde algo por aquella grieta.
Pero en el peor de los casos tu bola cae al suelo y se hace añicos. Entonces lo único que se puede hacer es juntar los cristalitos y suplicar que no te los pisen.

viernes, 19 de agosto de 2011

TT's: Trending Topic's songs

Hay veces que las canciones nos recuerdan a cosas: a lugares, a personas, a acontecimientos, días, momentos, sensaciones...a retazos de nuestra vida que nos gusta rememorar con la música.

martes, 9 de agosto de 2011

Reflexión de servilleta

El tiempo, sin duda la dimensión más abstracta. Nos esforzamos por medirlo, por controlarlo, o por someternos a un horario. Pero cuando más conscientes somos de su verdadera naturaleza es cuando nos falta, cuando vemos de cerca el final y suplicamos “por favor, un poco más, tan sólo un poco más”, deteniéndonos impotentes a ver cómo ese final llega impertérrito, imparable como un alud de nieve o una tormenta de arena en pleno desierto. Y aún así seguimos pidiendo más, aunque sepamos a ciencia cierta que ya es irredimible.

Entonces, en ese instante justo antes de que la tormenta llegue, es cuando nos damos cuenta de que lo que deberíamos haber hecho era aprovechar el tiempo que se nos había dado.

Desgraciadamente para mí, fue una lección que aprendí muy tarde.



El tiempo nunca retrocede. Las cosas una vez hechas no pueden cambiarse, no puedes volver atrás y de nada sirve arrepentirse; no hay pecado que se expíe con una confesión, siempre hay que hacer penitencia, y nunca hay que decir nunca porque lo que nunca vas a saber es qué ocurrirá en un futuro.



Son lecciones aprendidas a base de errores, errores cometidos en un corto espacio de tiempo, pero que me han servido para escarmentar de por vida; errores que sigo pagando. A veces se hacen cosas sin pensarlas en frío que te hacen perder algo importante y sólo el tiempo, ese dios de la justicia, te hace ver lo equivocada que estabas. De nada sirve que te preguntes “¿por qué lo hice?” cuando ya está hecho. ¿Cómo podías saber si te estabas equivocando o no? De nuevo es el tiempo el único que puede dar la respuesta.



Una puede labrarse su gloria o su perdición en un instante. Y ahora que la partida se ha terminado para mí sólo me queda aceptarlo, aunque, en el fondo, me paso las noches en vela frente a la pantalla del ordenador (o en su defecto frente a una servilleta) escribiendo lo que viene a ser el resultado de una aglomeración de ideas producto de la desesperación, rogando que se me conceda un día, una hora o un minuto  al menos. Tan sólo un poquito más de tiempo.

martes, 19 de julio de 2011

Un año ya...

Estás esperando un tren, un tren que te llevará lejos. Sabes a dónde quieres que te lleve, pero no a dónde te va a llevar. Pero no te importa...porque estaremos juntos.

Llevo seis años caminando por los pasillos de esta estación, caminando entre multitud de trenes que vienen, van, que a veces cojo, pero que siempre me dejan en el mismo sitio tras un trayecto muy breve.
Había uno de ellos que pasaba por aquí una vez al año. Un tren extraño, con las ventanas verdes y el techo dorado. Siempre quise coger ese tren, pero nunca me atreví a hacerlo.

Te acuerdas de todo esto, ¿verdad? Te lo conté hace justo un año. Sí...un año ya. Una noche de julio, como la de hoy, en esta misma estación. Los ecos del ruido de las maquinarias y de la gente de alrededor aún resuenan en mi cabeza, aunque ni tú ni yo les hacíamos caso. Estábamos completamente ausentes. Por desgracia, las puertas de ese tren estaban cerradas aquella vez. Y un año más partió sin mí.

Ayer lo he visto otra vez en el horizonte y sé que llegará en breves. Pero las cosas han cambiado.

Me gustaría contártelo, pues somos amigos al fin y al cabo. Me gustaría contarte que, durante este año, me tirado de un tren en marcha y las heridas, lejos de cicatrizar, aún sangran profusamente y aún duelen demasiado. Pero entonces se me escaparía otra vez el tren y seis años pesan demasiado como para tirarlos por la borda en un instante. Además te lo prometí. Te prometí que intentaría cogerlo en cuanto se me presentase la oportunidad, porque ambos sabemos que ese viaje, aunque sea corto, será también único.

Las crisis existenciales siempre dejan un amargo sabor de boca y tú siempre has sido el licor verde que actuaba de medicina contra todas las que me sobrevenían cada año. Ésta ha sido la única vez que he puesto en duda tu eficacia. Es posible que sólo necesite una dósis más fuerte esta vez, como siempre, una al año.

jueves, 30 de junio de 2011

Somewhere only we know

El sol abrasaba la arena de la playa hasta casi derretirla, y nosotros, al filo de la insolación, buscamos refugio en las tibias aguas del mar Cantábrico.

- Lánzate de cabeza- me dijiste.

- Ni de broma- contesté yo-. Está muy fría.

- Vamos- reíste- no seas cobardica. Ten un poco de valor.


Y sin esperar respuesta me cogiste en brazos y me llevaste en volandas hasta el agua, para luego dejarme caer sin piedad ni miramientos. Yo tenía razón: estaba helada y un escalofrío me recorrió la espina dorsal de arriba abajo mientras me hundía más y más hasta tocar el fondo. No obstante, orgullo aparte, he de admitir que fue una sensación bastante placentera, como si fuera la primera bocanada de aire limpio respirada después de salir de una casa en llamas. Aún así el orgullo es el orgullo, y el ser que salió del agua segundos después parecía más un basilisco enfurecido que una persona civilizada.

- ¡Serás imbécil!- grité con todas mis fuerzas mientras intentaba atentar contra tu integridad física- ¡Te voy a...!

-¡Qué!- dijiste tú plantando cara con una media sonrisa- ¿Qué vas a hacer, si además te ha gustado?

-¡Mentira!- dije yo roja de rabia, aunque sabía que era cierto.

Entonces te acercaste, cogiéndome de la muñeca y colocándome a pocos centímetros de ti, y mirándome directamente a los ojos me dijiste:

- Niégalo.


Abrí los ojos como platos mientras notaba que mi corazón aceleraba el pulso hasta hacer que los latidos se confundieran unos con otros. Mi sangre ascendió en tropel hasta concentrarse en mis mejillas. Sentí que las piernas me fallaban, ahora sólo el agua me sostenía.

Intenté hablar, pero no podía. Tú estallaste en otra sonora carcajada. Hacía tiempo que no te veía tan contento.

- ¿Ves? No puedes negarlo.

Alcé la vista para encontrarme con tus ojos y murmuré sonriendo, dándome por vencida.

- No.

Y aunque parecía una tontería, ambos sabíamos que nos estábamos diciendo mucho más de lo que las simples palabras expresaban. Había muchas cosas que hasta entonces había callado, pero que no podía negar y tú lo sabías desde hacía tiempo. No era que me tiraras de golpe al agua lo que me gustaba, sino que estuvieras allí, en ese momento, gastando esa tarde conmigo, disfrutando del sol y del mar, haciéndome más feliz de lo que lo había sido en mucho tiempo. 

Ser amigos, buenos amigos, solamente amigos. Algunos lo encontrarían decepcionante, pero yo pocas veces he visto algo más hermoso. Y eso me basta porque sé que pase lo que pase siempre vas a estar ahí.

Bajé la cabeza, azorada, y tú sonreíste. Era como si estuvieses leyendo esos pensamientos escritos en mi cara enrojecida ahora por la vergüenza. Me abrazaste con fuerza, y toda la presión del pecho, síntoma característico de mi enfermedad, desapareció como si nunca hubiese existido. Suspiré aliviada, pero no dije nada. No hacía falta. Me limité a abrazarte mientras las olas nos mecían.


sábado, 25 de junio de 2011

Hemos matado al cartero

Las cartas de amor se han sustituido por entradas y comentarios en las redes sociales.
Ya no existe aquella escena de la chica melancólica esperando en su portal la llegada del cartero en una de esas mañanas de otoño con el cielo azul grisáceo y el suelo ocre y pardo.
Ahora la chica pasa horas delante de una pantalla mirando siempre el mismo perfil, leyendo siempre los mismos mensajes, viendo las mismas fotos...Sigue esperando. Espera un comentario, un tweet, una señal de que él está ahí, delante de otra pantalla que conecta a dos personas separadas en el espacio, unidas en el corazón.
¿Qué ha cambiado?
Nada, tan sólo el intermediario. Los sentimientos son los mismos, el mensaje también:
- Hola, ¿estás ahí? Te echo de menos. Quiero verte. ¿No te das cuenta? Hace ya tanto tiempo...No puedo decírtelo, pero quiero. Te quiero.

domingo, 19 de junio de 2011

Ayer te nos fuiste. Hoy te echamos de menos.

"Escucha esto" me dijo un día un amigo mientras me pasaba un enlace de youtube. Yo, como buena amante de la música pinché ahí de inmediato. Unas notas de piano empezaron a sonar por toda la habitación. Luego un poco de guitarra y de voz. Y de repente...una apasionada melodía de saxo abriéndose paso entre los demás instrumentos.
Esa fue la primera vez que te escuché, Gran Hombre, la primera vez que me emocioné con tu música, la primera vez que lamenté no haberte descubierto antes. 
Ya nunca podré escucharte tocar en directo, pero me queda el consuelo de que has dejado una huella imborrable en la Historia de la Música y que tus melodías seguirán aquí para deleitar al mundo para siempre.
Ya que el nombre de mi blog se inspira en una canción de la E Street Band, sería un crimen por mi parte no decirte adiós como es debido.
Gracias por haber existido.

La chica de Asbury Park

miércoles, 15 de junio de 2011

Eclipse

Si ahora estuviera sentada en uno de los mares de la Luna, podría contemplar como un hermoso planeta cruza por delante del sol, impidiéndome ver su luz durante un tiempo.
La magnificencia de este evento me sobrecogería de tal forma que no sería capaz de apartar mis ojos de ese planeta, admirándolo como si de un dios se tratara; aunque también me aterraría pues me habría robado la luz que antes me daba mi estrella favorita.
Durante unos instantes ese planeta se convierte en mi única realidad. Yo, a oscuras, no soy capaz de percibir nada. Dejo de sentir la fría piedra en la que estoy sentada. Ningún sonido es digno de perturbar la quietud en la que estoy sumida. No siento el frío que empieza a asolar el satélite. Ni siquiera me doy cuenta de que mi boca, entreabierta por el asombro, se ha resecado.  Estoy completa e incondicionalmente eclipsada.
No puedo evitar soñar con cómo sería la vida en ese maravilloso planeta y envidio sobremanera a la gente que puede estar cerca de él, tocarlo, disfrutarlo, compartirlo...Para mí, por supuesto, es un sueño imposible. No existen naves espaciales en mi Luna.
Eso me apena. Llego a odiar mi Luna. Mis sueños se rompen en mil pedazos en medio de la noche del eclipse.
Pero de repente un rayo de luz irrumpe con fuerza iluminando mi cara otra vez. Me cubro inmediatamente, pues me hace daño a los ojos, y por primera vez desde que empezó el eclipse contemplo el paisaje que se extiende a mi alrededor. Me parece más hermoso que nunca. 
El sol calienta mi piel y hace que me estremezca de pies a cabeza. Es una sensación agradable. Vuelvo a mirar a mi amado planeta, pero ya no lo veo como antes. Me sigue pareciendo hermoso e interesante, pero ya no es mi realidad absoluta. Ya no quiero estar sobre él, ni envidio a los que pueden estarlo. Además...ninguno de ellos puede disfrutar de las vistas que tengo yo ahora.


lunes, 13 de junio de 2011

Princesa de Hielo

Y ahora que, ¿eh? ¿Qué se supone que debo hacer?
¿Fingir, tal vez?¿Hacer como si nunca hubiera pasado nada?
¿Se supone que debo ser de hielo?
¿Pasar incólume a las tempestades que asolan mi vida?
¿Ver como mi corazón se parte en mil pedazos con sólo leer una frase y no ser siquiera capaz de derramar una sola lágrima de tristeza, impotencia, desesperación, dolor...?
Donde penas y dichas no sean más que nombres”.
Ah, qué acertado estuvo ahí Cernuda. Me encantaría estar en ese lugar. Pues ese es el secreto, ¿no?
No sentir. No amar. No existir.


Movimiento Rectilíneo Uniformemente Enamorado

Aviso: Esta entrada NO es mía, sino de una buena amiga que un día de estos asombrará al mundo con un best seller.
Lo siento, Dinchi, no me pude resistir. Cuando crees tu propio blog ya no te robaré más poemas para mis entradas, lo prometo. =)
Gracias por todo, My Inmortal.

Aquel día te sentí
Infinitamente cerca
La función de nuestro amor no tenía límites
Éramos dos corazones
Latiendo a una velocidad constante
Pero un vector de posición
Cual flecha de Cupido mal clavada
Te hizo desplazarte
Con un Movimiento Rectilíneo Uniforme
Hacia los brazos de otra
En la otra punta de la gráfica.

miércoles, 8 de junio de 2011

There's just too much that time cannot erase

Del desvencijado piano salía, torpe y tembloroso, aquel arpegio de La mayor que daba comienzo a la canción.
La chica lo habría tocado más de cien veces antes; pero ahora, mientras deslizaba sus inexpertas manos por el teclado, sentía que aquellas notas tenían distinto sabor.
Se estremeció. 
Comprendió que algo importante había cambiado, algo que el tiempo ya nunca podría borrar.

My Inmortal, Evanescence

miércoles, 1 de junio de 2011

La Reina Negra

Se retoma la partida dejada en tablas tiempo atrás. Las dos damas hemos esperado ansiadamente el momento en el que el telón de acero estallase y las piezas volvieran a moverse por el tablero.

Las blancas han movido primero. Los peones han avanzado tanteando el territorio enemigo, buscando algún que otro punto débil por el cual infiltrarse.

Me toca a mí mover, avanzo un peón, una pieza tan pequeña, pero tan útil...sólo con él podré saber cuál es el juego de mi adversaria. Ella avanza otro, sin amenazar al mío. Prefiere la prudencia.

No descubrirá sus cartas, todavía.

De nuevo me toca a mí. Miro el tablero que se extiende a mi alrededor: uno de mis alfiles está avanzado en territorio enemigo, el otro está un poco apartado, aunque pendiente por si necesito su apoyo en la contienda. A mi lado están mis dos torres, fieles y seguras por siempre. En un rincón, el caballo, que aún no se ha movido. Y al bies, en el otro extremo, enrocado con una torre y ausente de la batalla que se desarrolla a su alrededor, está mi objetivo: el Rey Blanco.

Pasa el tiempo y no ocurre nada. Sé que las blancas se mueven, se reorganizan y se preparan para la batalla final. Yo hago lo mismo con las negras. Me impaciento, pero intento conservar la calma. Me concentro otra vez en el Rey enemigo. Está tan lejos, y con la Dama Blanca dando vueltas a su alrededor es peligroso acercarse. “No aún”-me digo-. La partida no ha hecho más que comenzar.

Sé que es inevitable que un día nos encontremos ella y yo frente a frente. Sé que atacará con fuerza y que debo resistir su embestida. Y sé que nunca lo lograré si estoy sola.

Sólo espero que, al final de todo, consiga llegar al otro extremo. Entonces me situaré a dos casillas del Rey, y sostendré su verde mirada con desafío, saboreando esos momentos de gloria en los que sabes que lo has conseguido, pero que no te atreves a decirlo por si acaso es un engaño o un sueño demasiado hermoso. Sólo cuando él baje las armas me atreveré a sonreír y a pronunciar, en un susurro:
Jaque mate”.

lunes, 30 de mayo de 2011

Primera entrada

La chica de Asbury Park se inicia oficialmente como blogguera!
A una semana de acabar los exámenes de primero de carrera (en Geología de Oviedo), a la una y diez de la madrugada y con un sueño que dejaría tumbado a un elefante; escribo mi primera entrada en un blog que iré rellenado con mis historias, mis reflexiones, mi música favorita, mi...yo en sentido figurado (seguramente Freud me mataría por hacer este uso de la palabra).
¿Qué más puedo decir?
Soy una simple gijonesa, aprendiz de geóloga y violista frustrada, a la que le gusta coleccionar piedras, jugar a ser escritora, y vivir como en las películas: con una banda sonora de fondo para cada momento.
Por el momento, hoy os dejaré con la canción que me ha inspirado para dar nombre a mi blog, compuesta por un grandísimo músico al que descubrí hace poco gracias a un amigo: Mr Bruce Boss Springsteen