martes, 22 de julio de 2014

Al final, desterré de mi pecho el reloj que fue mi corazón.
Pero, a diferencia de Ofelia,
a mí la locura me impidió ahogarme.

No me pidas que vuelva a latir,
sólo escucha, por favor.
¿Lo ves?

Silencio.
Frío.

No me pidas que le de cuerda
a su monótona maquinaria,
a su tempo largo, negra igual a sesenta.
No lo hagas.
Ya sabes cuánto odio que duela,
casi tanto como odio que te vayas.

(Sí, aún odio que te vayas).

Quédate.
Escuchemos juntos mi silencio,
tu presencia,
o el murmullo lánguido de las olas al atardecer;
es casi tan hermoso como la luz translúcida colándose por la ventana,
acariciando tu cuerpo...

(Ya ves, aún me sonrojo como una niña al recordarlo).

No dejes que te olvide, por favor.
Permíteme sólo haber dejado de quererte...tanto,
pero no dejes que te destierre junto con mi corazón.

Nunca.

Porque ya sabes que puedo vivir sin él,
pero jamás podré vivir sin ti.



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